Villa El Salvador, Lima - Perú
 
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23 de abril 1976
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Historia de
Villa El Salvador

"Un día agitado"

por Nay Lamp II, Villa El Salvador - Perú

Faltan tres horas para el amanecer, el cielo menos brillante que nunca, el viento frío, tan tranquilo, se pasea, sin detenerse en ninguna parte, acariciando suavemente el rostro de los que van llegando retrazados al hogar, de los que van de madrugada a su centro de labores. El viento persistente, sacude las calaminas y plásticos de los techos, como presagiando que este será un día agitado y para el recuerdo; es uno de los más movidos amaneceres que se recuerda, por todo los lugares se escuchan voces, murmullos y estornudos: el silencio y la paz acostumbrada se ha desvanecido totalmente de la comunidad...

Cuando la primera claridad se insinuó a las espaldas y se experimenta la sensación de que la misma calma de la madrugada, presagia, que este día, será un día especial: los dirigentes, en cumplimiento de un mandato de los delegados, instalan los equipos, en todos los grupos y lanzan la voz al aire, por todos los rincones de la ciudad, sorprendiendo a la gente aun en pleno sueño.

Cuando aun no había el sol extendido su luz por las calles, se observan sombras, saliendo de las casas, caminando lento, saludándose, cuchicheándose secretos, bromeando, sin distinguirse bien el rostro: salen sin terminar de acomodarse bien la ropa; con los cabellos desordenados, bostezando de sueño; conforme aumenta el numero de personas congregadas, las voces se hacen confusas, sube el tono de la conversación y poco a poco se van despojando del malhumor, en los parques, en aquel ambiente típico, donde siempre se realizan las reuniones, mientras los dirigentes por su lado, repiten sin cansancio, sin tregua, los anuncios, -hoy es un día memorable, un día histórico para nuestro pueblo, nos vamos a palacio a exigir, agua potable, maestros y otras cosas que nos faltan-, cuando el sol salió del todo y comenzó a brillar en los rostros, se hubo ordenado la gente y los ánimos estuvieron encendidos, las consignas aprendidas y las banderolas desplegadas, coqueteando con el viento, se dio la orden de partir; partieron, cual Israelitas, saliendo de Egipto, hacia la tierra prometida.

Salieron de todos los grupos, por entre las chozas se fueron haciendo camino, hasta juntarse en las calles anchas, en columnas ordenadas y, espontáneamente fueron alargando los pasos: caminaron rozando las casas, con los brazos extendidos, el puño en alto y lanzando arengas. “Vecino únete a la marcha, hazlo por tus hijos, hazlo por ti mismo.”

La marcha fue ganando velocidad, hasta no caber en las calles, hasta hacerse agotadora, sobre todo, para los ancianos, que apenas pueden con sus piernas viejas, seguir los pasos largos, para las madres que traen niños cargados en la espalda: la gente joven, parecen no tener problemas, parecen felices, como un día cualquiera, un día de excursiones, contando chistes; contribuyendo con sus bromas al humor general de la gente; caminaron por la avenida principal de Villa Maria del Triunfo, San Juan de Miraflores; juntándose con los grupos encontrados a su paso, uniéndose con los de avanzada.

En el mismo puente de Atocongo, a un costado, en el lado que corresponde a Surco el responsable de SINAMOS, debidamente uniformado, con resguardo militar, con actitud nerviosa y preocupada, toma del brazo a uno de los dirigentes, lo llevo a un costado, del puente, pegadolo a la baranda, y cuando todos los del ejecutivo que encabezaban la marcha, estuvieron juntos; el militar, en tono cargado de suplica y amenaza, soltó estas palabras.

-Detengan la marcha, por Dios detengan, esta marcha. No es necesario tanto sacrificio.-

Yo me encargo, que sus demandas, sean atendidos sin demora, pero detengan a la gente, detengan la marcha-.

La marcha, la gente, cual serpiente gigantesca, desplazándose por todo lo ancho y por todo el largo de la pista, como si no fuera con ellos, estaban a pocos pasos de llegar a Higuereta y aun no terminaban de pasar por el puente de Atocongo, no están enterados, tampoco les importa, quien habla a sus espaldas.

¿Quien puede detener la avalancha, cuando se han liberado a las aguas contenidas?.

¿Quien puede desafiar al cóndor, cuando esta en pleno el vuelo?

¿A ver, quién puede abrazar al Puma, cuando tiene el hambre acumulada?

-Señor General, nosotros del ejecutivo, no podemos hacer nada, mire cuantos son y aun no terminan de pasar por el puente, no hay quien los detenga, cuando han comenzado a caminar, aun cuando quisiéramos, no podemos detener la marcha, nos acusarían de traidores, de vendidos, de cobardes. Señor, no podemos hacer nada. La gente ha decidido ir a palacio de gobierno. Es difícil que cambien de opinión. Nada, ni nadie los detiene, cuando han tomado una decisión.-

- Dijo el General-. Entonces aténgase a las consecuencias. No respondo por lo que pueda pasar, de aquí en adelante, ustedes se lo han buscado.- monto en su vehículo y se fue como vino, sin poder convencer a nadie.

Alguien, señala un punto frente a él, a unos doscientos metros de distancia, algo se mueve, hay sombras apretadas, a las paredes de las casas, agrupadas en las bocacalles, como si no quisieran que nadie se percate de su presencia, como queriendo pasar desapercibidas. Es el Movimiento el que acaba por denunciar al que se esconde o se camufla, y ellos tienen que moverse, lo hacen siempre en una dirección precisa, aun que aparenten entender el problema, tratan de convencer mediante la formación; las órdenes son detener a toda costa cualquier movilización. En un breve instante, como impulsados por un resorte, las sombras cobran forma, movimiento, forma de personas uniformadas, y vienen en dirección contraria. Una barrera de gendarmes, apertrechados de varas, bombas lacrimógenas y mascaras contra gases, cubren la avenida, por donde debe pasar la gente; están allí, cerrando el paso, el camino por andar, con el ruido de sus voces, colmadas de violencia, queriendo asustar.

-Alto. Alto allí. Deténganse. Vuélvanse a sus casas. Por aquí, no pueden pasar.

-No tienen permiso, para hacer esta marcha. Cumplan la orden y no les pasara nada.-

La gente, como si la advertencia no fuera para ellos, se fue acercando, poco a poco, como si estuvieran cometiendo un acto prohibido, violando un espacio ajeno, estrechando la distancia, acercándose, paso a paso, midiendo con la mirada al que le impide el paso; alentándose con sus consignas, aprendidas por voluntad propia, no retroceden, ni una pulgada, pensando que es mejor, no mostrar miedo, aun cuando de verdad, se tenga; de este otro lado, amenazando con las varas, con la disciplina impuesta con los disfraces que les oculta el rostro, con la talla de gigantes.

-Es mejor morir en el acto, que la dictadura se imponga; estos policías no pueden hacernos nada, también son hijos del pueblo, dijo un dirigente, del ejecutivo, la intención, era tranquilizarse a así mismo, y tranquilizar a la gente que lo rodeaba.

De pronto, el aire se hace irrespirable, se respira con dificultad como si todos tuvieran asma, penetran en los pulmones los gases, arden los ojos y las lagrimas brotan sin tenar razón de pena, difícil de distinguir donde se ponen los pies: al mismo tiempo, como jauría de lobos hambrientos, con la voz violenta, se lanzan con las varas en las manos, contra que los van sedientos de agua y de justicia: se sienten los golpes en el pecho, por la espalda, los puntapiés para los que están caídos en el suelo, cumpliendo siempre, como se viene haciendo, desde que el pueblo tiene memoria; es la costumbre de apalear al pueblo; sin hacer distinción de sexos ni edad.

Algunas personas, en las ventanas de las casas de enfrente, observan asustadas detrás de los cristales, otras más decididas alcanzaban un poco de líquido, para calmar el ardor de los ojos o abren las puertas para proteger en sus casas, a los que son perseguidos, muy de cerca. Con la primera embestida, la gente, retrocede de inmediato, se dispersan, se refugian en todas partes, donde encuentran, un lugar aparentemente seguro, donde no puedan verlos. Luego, cuando, los latidos del pecho se fueron acompasando y se hubo remplazado el aire de los pulmones, se juntan, se reorganizan, y de nuevo inician la marcha; ocultándose detrás del otro, empujando a los que van adelante.. –“Cuando el indio se me sube a la cabeza, no respondo de mis actos”.- “Cuando me pisan el poncho, no hay palo, que no se rompa, ni camino que no se haga”. Estos son dichos que se escuchan entre la gente, aparentemente callada, que les sirve de aliento en circunstancias, como esta; dichos que el pueblo recita, cada vez, que la sangre hierve en las venas.

Allí están, de nuevo, frente a frente, los enviados por la dictadura, debidamente apertrechados y los que han venido del arenal, con sus pancartas de todos los tamaños, con sus consignas, con el puño al aire: de nuevo la eterna lucha, desigual, dispareja, de nuevo los palos por donde caigan, otra vez los golpes, de nuevo los gritos, las banderolas y el bicolor nacional por el suelo, pisoteadas, por la gente que esquiva los palos, y por los gendarmes, que distribuyen a su gusto los golpes; a diestra y a siniestra.

Si no fuera por la capacidad de organización y solidaridad, que cada uno trae clavada en la memoria, esta marcha hubiera terminado aquí mismo, no hubiera sido posible, recuperar el estado de ánimo, la disciplina y seguir el camino. En esta etapa del camino, algunas personas, tienen los rostros atemorizados, preocupados, por que es su primera marcha, y. por que el lugar donde están, por la distancia en que se encuentran; más cerca de la policía y de los palos, se dispersan primero, sin voltear la cara: desandan su camino y regresan a sus casas,. por que, de repente, se acordaron, que tienen familia o por no habían solicitado permiso en el trabajo, también, los que ya han pasado por estas experiencias, duchos en alentar a la gente, a protestar, a movilizarse, pero, cuando las cosas se ponen color de hormiga, saben como escurrirse, antes que le caigan los golpes. “Hay quien no cambia nunca, no cambia, por que no puede, sino por que no quiere”. Es una situación que no se puede prever, difícil de evitar; la razón se impone y les advierte, en el instante, que el peligro acecha, en esos momentos, todos tenemos flaquezas; lo que no se sabe, por que no hubo forma de saberlo, si ellos, los policías, también, tuvieron miedo.

Alguien, al separarse de la gente y corre como, diablo en pena, voltea la cabeza, para comprobar si los policías todavía, le pisan los talones y cuando ve, que están muy lejos, acorta los trancos, camina lento, como contando los latidos del corazón, cojeando de los dos pies, por que los tiene ampollados. Le asombra el espacio andado, la resistencia de sus piernas;.. Juraría, que en toda su vida, jamás, ha corrido tanto y tan rápido, todavía, el miedo o solo, el susto, le hela la sangre.

De apoco, se fue calmando la tempestad, la calma se hizo presente, donde, antes fue una batalla desigual, no por que los policías, se hubieran cansado de distribuir la ración de golpes, sino porque la gente, decidió tomar otros atajos, para ir hacia palacio de gobierno.

Alentados por las voces, que se propagan desde una camioneta, que parecía, esta en todas partes, al mismo tiempo; -“compañeros, compañeros, diríjanse todos a la plaza de armas, allá nos esperan, los que han ido directamente, en vehículos alquilados”.

Se hicieron camino, desordenado, a empujones, atropelladamente, entre las columnas de uniformes; caminaron, por entre los vehículos, cruzaron puentes, hasta dejarse estar en la plaza de armas, frente a la casa del señor gobierno. Desde todas las esquinas, se observa la muchedumbre, extendida por toda la plaza de armas, ensordeciendo con sus arengas, con las pancartas bailando al ritmo del viento; y aun que la caminata ha sido larga y difícil, han llegado, a la carrera, escapándose de la policía, con el corazón bombeando la sangre a la superficie del cuerpo, a las extremidades: se habían propuesto llegar, sabían que no podían fracasar, se sienten contentos de haberlo hecho, burlando los cordones de seguridad, la vigilancia policial, desoyendo las promesas y amenazas de los jefes uniformados, todavía se siente el efecto de las varas en el cuerpo, el ardor en los ojos, pero valió la pena; del otro lado, el espectáculo de uniformes, es igual de interesante, pero no hay tiempo para contemplarlo y asustarse.

Los periódicos, al día siguiente, de la marcha, como si los hubieran contado, uno a uno, dicen que fueron, 30 mil, otros menos optimistas, dicen 20 mil, los que se movilizaron hasta palacio, el narrador, que no sabe mucho de números y desea ser imparcial, se permite afirmar. “De que sirve decir otra cifra, si ya esta escrito, en los diarios, en la memoria de la gente”: “Es más, mucho más, que el frió numero, las enseñanzas que dejaron, con su heroísmo, los pobladores de Villa el Salvador, el 23 de abril de 1,976”.

Cual quiera que sea el numero; aquí estamos todos, por el mismo motivo, ni siquiera nos conocemos, no sabemos los nombres, no hace falta conocernos; no hacen falta los nombres, todos somos iguales, nos conocemos por la manera de hablar, por los rasgos de la cara, por el color de la piel: nos conocemos, por que todos tenemos los mis problemas, queremos maestros, agua limpia, un futuro mejor, por que exigimos justicia y, por que, hemos perdido el miedo, por eso,.de esta plaza, de aquí, no se mueve nadie. Los dirigentes de a uno van llegando, no llegaran todos, algunos se han perdido en el camino, no se sabe a donde fueron, parece ser la costumbre de los que quieren cambiar el mundo; no importa, entre la gente que ha venido, sobran quien nos represente.

Alguien, de entre la muchedumbre, miró el reloj, supo que era la una, del día, saco cuenta que se halla, a veinte kilómetros de su casa; se sorprendió de lo que había caminado: andando a grandes trancos, perseguido por los uniformados, pasando las de Caín, cuando le habían dicho que no pasaría nada, que es una marcha pacifica; había abrigado la esperanza de caminar, ordenada, alegre y pacíficamente, ser recibido de buena gana por la gente del gobierno: no le dijeron, que tenia que caminar con cautela, con la aguda conciencia del peligro; en ese instante, de reflexión, sintió que tenia hambre, que estaba cansado, con los pies llenos de ampollas, sonrió con ganas, y decidió unir su voz, a las voces de la gente, que lo rodea.

Están, frente ala estatua de Pizarro, frente a la puerta, de la casa de señor gobierno, los dirigentes, del ejecutivo, que estuvieron en ese momento, ese día, en la plaza de armas, en el umbral de la puerta, y anunciaron su presencia, al que esta parado, con su fusil al hombro.

-Somos de Villa El Salvador, queremos hablar, con el señor presidente-.

El que esta de guardia, firme, con su cara seria y su fusil en el hombro, les dice.

-Hablen con el que esta de terno, allí, en el escritorio-.

La persona señalada, la que esta de terno, al enterarse de quienes son y lo que quieren, toma el teléfono, que esta sobre su escritorio, luego, habla con frases cortas, breves y cuelga, sin comunicar lo que le dijeron, de adentro; dirigiéndose a los dirigentes, a los querían hablar, con el presidente y les dice, -dejen sus documentos personales, esperen, ya viene, el que, los va ha atender.-

Baja por las escaleras, una persona, con vestimenta militar, el que viene por la llamada, del que viste de civil, cuando estuvo cerca, de los que solicitaban audiencia, con la mirada fija, en los rostros, de los dirigentes, pregunta, como si no hubiera nadie, frente a él.

¿Quiénes, son los que quieren hablar el presidente?, -que vengan pronto-,- Síganme, traigan el Memorial-.

Entre la gente congregada, en la plaza, que eran muchos, se alzo una voz y habló en voz alta, con toda la fuerza de sus pulmones, como para que escuchen todos.

“Todos. Queremos hablar todos, con el presidente”

Por esta ocurrencia, que nunca falta entre los que protestan, entre los que quieren ganarse un aplauso de la audiencia, rieron y aplaudieron, los congregados en la plaza.

-Todos no, solo sus representantes-, fue respuesta, mal humorada del que bajo por las escaleras.

Tengan calma, no empujen, aquí estamos, somos cuatro, tres hombre y una mujer.

-No habían más, dirigentes del ejecutivo-

Y no traían el memorial, con los pedidos; el que lo trae, no ha llegado.

Entraron, y cuando los cuatro estuvieron sentados, adentro, en la sala, donde se recibe a la gente poco importante, se acerco el que parecía ser el presidente, y de verdad lo era, alto, adusto, con su uniforme hecho a su medida, botones y estrellas relucientes; luego que se hubo sentado en la cabecera de la mesa, paseo la mirada, fijándola en cada par de ojos que delante de sí tenía, y cuando juzgo que ya no le queda nadie a quien mirar, con voz de trueno, como se acostumbra hablar al subordinado, apuntando con el dedo, a cada uno, les fue preguntando por su nombre, su ocupación y su cargo..

Los cuatro dirigentes, del ejecutivo, tres hombres y una mujer, se pusieron un poco nerviosos, vacilaron, al principio, al dar las señas personales, pero alguien tiene que empezar, habló primero, el que estaba más cerca y tres callaron.

Yo, yo me llamo. Marcial, soy vendedor de medicamentos de primeros auxilios y ocupo el cargo de....

Yo, me llamo. Luis, soy contador colegiado y tengo el cargo de.....

Yo, me llamo. Magda, soy profesora nombrada y ocupo el cargo de...

Yo. Me llamo, - soy empleado, ocupo el cargo de.....

Con mucho tacto, en orden, conforme esta escrito en el memorial, fueron desmenuzando los pedidos, sin omitir nada, todos conocían los problemas, a pesar de las diferencias políticas. Los cuatro, se pusieron de acuerdo, no se contradijeron, frente a señor gobierno..

El señor gobierno militar, abrió la boca de nuevo, siempre, con el rostro muy serio, sin hacer pausa, preguntó.

¿Qué cosa quieren, por que se han movilizado, por que me quitan el tiempo?.

-Queremos maestros nombrados, nuestros hijos no pueden estudiar solos, dijo la maestra, que conocía mejor el problema.

Dijo el señor gobierno-; que coincidencia, ya se han nombrado a los profesores, que me piden, por gusto han venido, lo dijo con el rostro serio.

No tenemos mobiliario escolar, los alumnos se sientan en ladrillos y escriben sobre sus rodillas, insistió la maestra, con firmeza.

Y yo, que puedo hacer? Mobiliario no hay, replico el señor gobierno.

Dennos, cuatro millones de soles, nosotros lo mandamos a confeccionar, con los carpinteros, que existen en nuestra comunidad, cobran muy poco, son padres de familia, quieren que sus hijos estudien sentados, dijo el contador, que conocía bien de precios

¿Cuatro millones de soles?, es mucho, con uno basta y sobra, regateo el señor gobierno.

Entonces, que sean, tres millones, señor, dijo adelantándose a los demás, la maestra.

Miren, para no perder el tiempo y después digan, no los comprendo, les otorgo dos millones, y no se hable más de este asunto.

Se consultaron, con la mirada los cuatro dirigentes y todos estuvieron de acuerdo, con lo que ofrecía el señor gobierno.

Están servidos señores, dijo el señor gobierno militar, con intención de cerrar la reunión, al mismo tiempo, que intentaba levantarse de su asiento.

Eso no es todo señor, todavía hay otros puntos que no se han tratado y que están señalados en el memorial, que hicimos llegar su despacho, dijo el que era empleado.

Cuales? si esta en mis manos, lo atiendo, si cuesta mucho, olvídenlo.

El agua potable, queremos agua limpia en los caños, no queremos consumir agua de los camiones cisterna, por que esta contaminada y nos cobran un sol, por cada balde pequeño, se enferman nuestros hijos y no tenemos con que curarlos, dijo uno de los cuatro, que el narrador, no recuerda, exactamente, cual de los cuatro, fue que hablo en nombre de los cuatro.

El señor gobierno, como incomodándose con la insistencia, con el rostro muy serio, como, pensando en voz alta o interrogando a los dirigentes, se expreso de la siguiente manera..

¿Instalarles agua potable a todos los habitantes, en sus casas?, luego, como reflexionando consigo mismo, agregó. - Ese el proyecto, cuesta muy caro, el gobierno, no tiene tanto dinero.

-Con todo respeto señor, si hay dinero, existe un préstamo de un gobierno europeo, con intereses sociales y se paga a plazos muy largos, el ministerio de economía y finanzas lo sabe, todavía no se ha usado, además, es para los pueblos jóvenes del cono sur de Lima, dijeron, turnándose, cediéndose la palabra, los dirigentes.

Esta bien, esta bien, no estoy muy informado de lo que me dicen ustedes, instruiré a los ministros de economía y al ministro de vivienda, para que los atienda y arreglen con

Ellos, todos los trámites formales.

-Señor presidente, y si no nos atienden?

-Yo soy el presidente, y se hace lo que mando.

-Señor presidente, todavía hay otros puntos, que no se han tocado.

-Todavía, más? Que puntos faltan?, díganlo rápido, que me esperan en la otra sala de reuniones, gente del campo.

El juicio del compañero, Pérez Yarasca, la Licencia para nuestra Farmacia, la Licencia para nuestro Banco Comunal., la entrega de los talleres artesanales, con todas las herramientas, donadas por el país socialista-------, a Villa El Salvador, la construcción de un Hospital de Medicina General, el hospital San José no basta, fue un rosario de pedidos, parecía de nunca acabar.

Paren. Paren. No sigan; esto lo resuelvo de otra manera, les corto cuando estaban hablando, cediéndose el turno, los dirigentes.

-Señor presidente, que suelten a los compañeros, detenidos durante la marcha, insistió el que era empleado, como ultima exigencia.

El señor gobierno, voltio la cara en dirección al que esta a su espalda, y le ordenó de esta forma.

Que venga el Secretario, dígale que yo lo llamo.

Desapareció el que recibió la orden, y luego, en pocos minutos, se aproximo con otra persona, igual de uniformada, el que fue llamado, hizo sonar los tacos de los zapatos lustrados, se inclino un poco hacia delante, luego, extendió la mano, que le rozo la frente, en señal de saludo militar.

Aquí mi general, a sus ordenes, para lo que usted ordene, lo dijo todo, en voz, también, Militar, se quedo firme, como si estuviera engomado, como estatua de yeso, en espera que le dieran ordenes.

Oiga usted, le dijo el señor gobierno, al secretario. Que le busquen el memorial que han enviado estos señores, que lo reproduzcan, y asegúrese que le llegue una copia del mismo a todos los Ministros, dé instrucciones, de mi parte para que reciban a los dirigentes, cuyos nombres, que están escritos, en esta libreta de apuntes, que después le alcanzo.

Cuando se hubo ido el secretario, no sin antes, lanzarles una mirada fría, como acusándolos, de ser culpables de que lo hagan trabajar, el señor gobierno, les dijo a los dirigentes, en señal de amenaza; con respecto a los detenidos en la marcha, -si hay detenidos, daré de inmediato, instrucciones para que los suelten, si no hay detenidos, haré que los detengan, a ustedes, para que no me hagan otra marcha.-

Allí, en esa reunión, con el señor gobierno, se trataron los asuntos que estaban puesto en el memorial, otros aquí recién se manifestaron; como, cuando, se disponía a marcharse el señor gobierno, el que vendía remedios para todos los males, abrió muy grande la boca y muy suelto de huesos, sin consultar a ninguno de los otros tres, que habían venido con él, y que, algunos dirigentes, le acusan, de ser un infiltrado por la dictadura, para espiar a los dirigentes, ese mismo, se expreso, de esta manera.

Señor presidente, en nombre de nuestra comunidad, lo invitamos al quinto aniversario de la CUAVES, para que nos honre con su presencia y le dé más realce a nuestros actos.

Cuando es ese aniversario?.

El doce de mayo, señor presidente, afirmo el mismo dirigente.

Allí estaré, con todos los ministros, dijo estando ya de pie y sin voltear la cara, sin despedirse, se fue con su uniforme hecho a su medida, con las estrellas y botones relucientes, se perdió de vista y el ruido de sus pasos se fue apagando, como tormenta que se aleja.

Se marcho, sin muchas delicadezas, a pesar que habían pasado, tres horas regateando, negociando, concertando, asuntos muy importantes para el pueblo; hubo momentos en que parecía querer congraciarse con los dirigentes, en otros, daba la impresión de que no le gustaba nada, nadita, ni un poquito, la presencia, no solo de los cuatro dirigentes, sino de toda la gente, que aun aguardaba en la plaza de armas.

Cuando iban saliendo, por los pasadizos que conduce a la puerta, que esta frente al monumento a Pizarro, comentaban, muy contentos, los dirigentes..

-Parece que nos la tiene jurada, no le ha gustado nada nuestra presencia, que importa, después de todo, coincidieron los cuatro, no hemos venido a una fiesta social. Lo jodimos, lo hemos tenido en jaque, este clavo no se lo saca nadie, le va dolor mucho tiempo, hasta cuando este sentado, y salieron, casi a empujones, a dar cuenta a la gente, a los que aun aguardaban en la plaza de armas, lo tratado y lo acordado, con el señor gobierno

Se ordenaron, se levantaron de nuevo las banderolas y se desplazaron por las calles, sin molestar a nadie, en el trayecto a los paraderos, fueron acordando, reunirse por la noche, para evaluar los resultados, regresaron a Villa El Salvador, con la misma alegría, pero con menos gente, de la que estuvieron por la mañana. Todo esto, más o menos aconteció el 23 de abril de l, 976, los detalles que se reiteran, son aportes voluntarios del narrador.

naylampII@hotmail.com

 
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