Villa El Salvador, Lima - Perú
 
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Cuando las estrellas brillan de día

I

Era una tarde soleada, en la terraza de una vieja casona de Lima. Entre Fierros oxidados y muebles viejos trataba de distraerme... Pero ella no llegaba.

Los polluelos se acercaban a mi, parece que ya me conocían, todas las tardes jugábamos con ellos desde que nacieron. Desde que eran unos huevos los cuidábamos. La gallina y el gallo también se me acercan, parece que comparten con migo, la angustia de su tardanza...¿Qué le habrá pasado, por qué no llega?.

La conocí el día de mi cumpleaños, mi madre me hizo una pequeña fiesta en el cuarto donde vivíamos. Mi madre invitó a los hijos de los otros inquilinos. Música, golosinas y niños. El pequeño cuarto estaba lleno y la vi llegar...su tierna mirada vino hacia mi y se abrió paso entre la pequeña multitud... mi mente comenzó a flotar sin rumbo al ver su sonrisa, algo mágico nos envolvió y no recuerdo más de esa fiesta.

•  Hola Ricardo ¡despierta!.

Era ella, Anita, tenia los polluelos en sus brazos, los acariciaba con tanta ternura que corrí a su lado para sentir lo mismo.

•  ¿Y que te paso, por qué demoraste tanto? – le reproche con algo de cólera.

•  Mis hermanos se demoraron en alistar la carreta, mi madre estaba enojada y los apuraba, porque dice que hoy es un buen día para la venta de picarones. Me dejo algunos, están muy ricos ¿Quieres?.

Mientras compartíamos los deliciosos picarones, los polluelos correteaban a nuestro alrededor. La miel estaba divina, entre risas y juegos le pedía más, correteando por la vieja terraza... Ella se detiene, y con la ternura de siempre me muestra sus manos.

•  ¿Quieres más?...toma, mis manos están llenas de miel.

Algo raro estremeció mi cuerpo y me le acerque, tome su mano, ella sonreía. Al lamer sus dedos mis labios tocaban su piel, mi mente se nubló como la primera vez que la vi. Ya no había miel en sus manos pero las seguía lamiendo, y acariciando con mis labios. Su sonrisa era infinita y un destello divino ilumino la miel de sus labios...!no sentía mi cuerpo al acercarme más a ella! mis labios ya rozaban los suyos...Hasta que un grito familiar nos hace reaccionar...

•  ¡Ricardo!...!Ricardo!...¿Dónde estás?

Era mi madre que había regresado antes de lo acostumbrado ¡Que extraño!. Pero tenía que esconderme hasta que ella ingrese a la habitación, porque no le gustaba que subiera a la vieja terraza. Por las rendijas del corral la vi gritar, estaba molesta o preocupada. Detrás de mi estaba Anita, sujetada fuertemente en mi espalda.

•  Ya no está, debe estar conversando con la abuela en la habitación. La abuela siempre me da permiso a escondidas, no te preocupes, nos vemos mañana - Le dije a Anita –

Baje a toda velocidad e ingrese a la habitación. Rápidamente me acerque a la ventana y la vi. Anita al verme sonrió. Tenía los polluelos en sus brazos y los acariciaba mientras nos mirábamos.

•  ¿Dónde estabas? - Pregunto mi madre, tras de ella estaba la sonrisa cómplice de la abuela.

•  Tienes que ayudarme en alistar todas las cosas, porque mañana nos vamos a vivir en otro lugar. Ya conseguí terreno.

•  ¿Adónde?- le pregunte.

•  Nos vamos a Villa El Salvador – Me respondió, y su mirada desvaneció la sonrisa de la abuela.

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por

Javier Bernaola
Villa El Salvador
2005
 
 
II

Ya amaneció. Escuché a mi madre y la abuela empaquetar todas las cosas hasta altas horas de la noche anterior, parece que ya todo está listo. Sillas, mesas, roperos, cama, cocina, ollas...¿Cómo pudo entrar tanto en esta pequeña habitación?. En la calle un grande y viejo camión nos espera, con esteras, palos ¡y nuestras cosas!... no se como iban saliendo en fila, unas tras otras colocándose en los extremos del inmenso camión. ¡No lo podía creer!...Anita, los polluelos ¿Qué va a pasar, acaso no los volveré a ver?

•  ¡Ricardo, apúrate sube al camión! ya es tarde – gritó mi madre. Algunos inquilinos salieron a despedirnos, entre abrazos la abuela y mi madre avanzan hacia el camión. En las ventanas y balcones nos gritan ¡Que les vaya bien! ¡Suerte! Mientras me ubicaba en el viejo camión no dejaba de ver la terraza. El gallo y la gallina estaban allí, en la parte más alta, mirándonos, sólo rogaba que puedan entender mi tristeza ¡ adiós amigos, cuiden a sus polluelos y despídanme de Anita!. Rugió el camión y partimos con rumbo a Villa El Salvador.

No se cuanto tiempo transcurrió, solo escuchaba la intensa bulla. Por las rendijas del camión vi gente y carros; más gente y más carros. En el camión las esteras imponían un aroma cautivador, nunca había visto algo así... caña chancada, entretejida, limpia y brillante; cobijado en ella me dormí...

III

Intensas sacudidas me despertaron, el camión vibraba más de lo normal ¡Saltaba!, trepe con mucho cuidado por el camión. Una intensa polvareda quedaba tras de nosotros, a los costados podía ver el inmenso arenal... Las chozas de estera con el intenso Sol relucían aun más su brillantes...”Si las estrellas también brillaran de día, serían como destellos de estera, incrustados en éste cielo de arena”...

•  ¡Llegamos!- Grito el Chofer y el camión se detuvo. No reaccionaba de mi asombro.

Rápidamente armaron la choza de esteras. Mi madre y la abuela habían cocinado no se que ni como y me llamaban para comer...Era curioso el chirrido de los platos al frotar la arena con la cuchara, no se podía evitar mascar algunos granitos de arena, que provocaban agradable extrañeza. El aroma de estera era más intenso y yo, no paraba de jugar con la arena.

- ¡Bienvenidos! Ahora ya somos VECINOS-

¿Vecinos?...¿Quiénes serán esas personas que conversan con mi madre y la abuela e intercambian papeles y firmas?, dicen que son los dirigentes...¿Dirigentes? y que los vecinos son como la familia, para ayudarse en las buenas y en las malas ??

•  No se olviden de prender sus mecheros todas las noches. Es necesario tener iluminadas nuestras calles-

Dijo uno de ellos, mientras le demostraba a la abuela como hacer un mechero...un hueco en el centro de una de las tapas de un tarro, llenarlo de kerosene, una tira de trapo, una chapita y ...

No se cuantos huecos hice, ni cuanta arena lleve de un lugar a otro; Pero correr sin zapatos y dejarse caer para ver el cielo, es algo que aun no puedo contener... Así llegó la noche

IV

•  Ricardo, toma esta vela, colócala junto a la mesa –

¿Vela?...abrirme paso en la penumbra con ella de la mano, verla desaparecer, derritiéndose, sacrificando su bella forma y suavidad para alumbrarnos. Son momentos como estos cuando me parece encontrar algo parecido a la presencia de Anita... y en las esteras, y en la arena.

  Así pasaron algunas semanas. Mi madre salía a trabajar por las mañanas, y por las noches la esperábamos con la abuela. En las noches las calles se iluminaban con los mecheros. El paradero parece una gigantesca fogata. Vecinos y mecheros esperaban a los familiares que vienen de trabajar en Lima.

El transporte de Villa El Salvador a Lima era insuficiente, la carretera era de un enripiado ligero. Los autobuses podían quedarse estancados en la arena en cualquier momento. Cuando esto ocurría, los pasajeros se bajaban del autobús para empujarlo y ponerlo otra vez en la ruta hacia Lima, y de regreso era igual.

De noche los paraderos se distinguían por la gente esperando, y los mecheros. Cuando pasaba un autobús los vecinos gritaban el nombre de sus familiares para que puedan encontrarlos. Así la abuela ubicó a mi madre y juntos vamos de regreso a nuestra casita de estera. Algo extraño y agradable se estaba forjando en nuestra familia desde que llegamos a Villa El Salvador, hasta las estrellas parecen estar más cerca en este cielo despejado.

•  Abuela ¿porqué las estrellas no brillan de día? – Le pregunte.

•  En el día también brillan, no podemos verlas por la claridad del día, pero siempre están ahí.- Me respondió señalando el cielo.

•  El domingo voy a la casa donde vivíamos, tengo que recoger algunas cosas que encargue- Interrumpió mi madre, dirigiéndose a la abuela...

!Sería fantástico! Si mi madre me lleva podré ver a Anita y los polluelos...

•  Mamita, yo te puedo ayudar a traer las cosas- Le dije sin dejar de mirar su rostro

En la oscuridad, sólo los mecheros ubicados en algunos tramos de la calle, me dejaban ver con dificultad las expresiones de su rostro. Su silencio me parecía eterno. ¡Quizás no me escuchó!

•  Mamá, te dije que yo te puedo ayudar – Le dije con cautela.

•  Ya te escuche – Respondió sin mirarme.

•  Si, me parece bien, pero vamos a ver – No me dijo no, pero tampoco si.

Solo tengo que hacer meritos más que suficientes, también para que la abuela me ayude a convencerla. Durante esos días mi preocupación estaba solo en evitar una llamada de atención de mi madre.

V

Así llegó el domingo. El Sol calentaba la arena y yo, jugando con la vela derretida ... esperaba.

•  ¡Ricardo apúrate, vamos a Lima! – Grito mi madre-

En su voz sentí su sonrisa y corrí a su encuentro, la abrace, la becé, ella siempre descubre lo que más quiero. En sus brazos me sentí amamantado otra vez.

Durante el viaje, le contaba a mi madre sobre los hermosos polluelos, y Anita. Al llegar a la vieja casona, ella me dejo correr hacia la terraza, advirtiéndome con insistencia que tenga cuidado. Al abrir la puerta del corral, no los encontré, ya no estaban, sólo el aroma de los polluelos me esperaba. Baje apurado a preguntarle al dueño de la casona.

•  Buenos días señor, ¿ dónde están los polluelos y su dueña Anita?.

•  Ellos también se fueron la semana pasada, dijeron que vivirían en Villa El Salvador. Muchos se están mudando para allá, quizás también me anime y deje esta vieja casona.

El señor seguía hablando con mi madre, pero ya no lo escuchaba ¿Será justo que no la vuelva a ver? ¿ será un castigo por descuidar mis tareas cuando jugaba con ella?...La angustia me hizo volver a la terraza. En el piso del corral las pocas plumas son alborotadas por el viento y en su vaivén reavivan el aroma de los polluelos y la sonrisa de Anita vuelve a florecer...Poco a poco mi tristeza se matizaba con algo de esperanza. Si están en Villa El Salvador, quizás los encuentre pronto.

Mi madre cogió algunos paquetes y regresamos a casa. No sentía el largo recorrido del autobús. Miraba reiterada veces a los pasajeros, tratando de reconocer a los familiares de Anita. Al ingresar a Villa El Salvador el autobús baja la velocidad por el mal estado de la carretera, en la polvareda trataba de mirar a toda la gente a la vez.

Así pasaban los días buscando a Anita.

Todos teníamos nuestros cilindros agrupados al borde de la carretera y desde allí, cargábamos el agua en baldes hasta nuestras casas. De ésta tarea se encargaban principalmente los niños.

Le llamábamos “Aguatero” al camión que nos vendía el agua. Cuando anunciaba su llegada todos los vecinos salían a la espera... Se me estaba ocurriendo seguirlo un día, porque Anita también debe estar esperándolo en otro lugar de Villa El Salvador. El cargar el agua todos los días ya no se me hacía tan pesado, al contrario, quería hacerlo varias veces al día para seguir buscándola; Me parecía verla en varios lugares, en el paradero al esperar a mi madre o en el mercado; Corría y corría en su busca, pero no era ella. Jugar con la arena ya no era suficiente, ni en el aroma de mis esteras podía consolar esta pena...

VI

•  ¡A la Asamblea!...!A la Asamblea! – Gritaba un vecino y tocaba su silbato.

Los vecinos siempre hablaban de las asambleas. En las conversaciones, cuando los vecinos comentaban sobre algunas dificultades, siempre decían ¡La Asamblea lo solucionará!

Desde el día en que no encontré a Anita , mi madre estaba más tiempo con migo.

•  Alístate, vamos a la Asamblea – Dijo mi madre tomándome de la cabeza. Con algo de desanimo la acompañé.

  La calle era inmensa en la oscuridad, los mecheros alumbraban un espacio delimitado por tablones, en los cuales se iban sentando los vecinos al llegar. No se en que momento comenzó la Asamblea, ni en que momento me dormí, pero despertaba ligeramente ante alguna acalorada discusión o ante los aplausos por una buena propuesta. Cobijado en la falda de mi madre se disipaba mi tristeza, más aun cuando se paraban todos los vecinos para votar... extraño y grato momento donde la voluntad cobraba forma y acción...!Faena Comunal! ¡Faena Comunal! Era el clamor unánime...El domingo se construiría un gran pozo para acumular agua para todos. Ese era el acuerdo de la Asamblea.

VII

El domingo salimos temprano, la abuela también nos acompaña. Poco a poco llegaban los vecinos. Unos traían herramientas para la construcción del Pozo. El dirigente seguía llamando con su silbato, en la parte central del grupo se daban algunas indicaciones y comenzó la Faena Comunal...Unos preparaban la mezcla con cemento, otros cargaban ladrillos y agua, mientras algunas vecinas barrían las calles. Aun con mi madre, nos fuimos acercando a la construcción...Todos conversaban y se reían mientras trabajaban. Con mi madre cargamos agua en un balde para mojar los ladrillos. Los vecinos y vecinas estaban contentos, al ver sus rostros alegres, recordaba la sonrisa de Anita y en ese momento la volví a sentir cerca.

Una camioneta se detuvo entre nosotros e interrumpió el trabajo. Llamaron a los dirigentes y conversaron por varios minutos. Los vecinos se fueron acercando a la camioneta. Uno de los visitantes nos habló con firmeza, (su rostro estaba como endurecido). Mencionaba las dificultades que tenían ante las autoridades, para gestionar las instalaciones del servicio de agua potable en Villa El Salvador. Y pedían el apoyo de todos los vecinos. Anunciaban la realización de una gran Marcha hacia Lima, para exigir al Gobierno Central la atención a nuestra necesidad de agua...El dialogo se dispersó y todos comentaban sobre la falta de agua y la marcha.

Antes no sabía lo que era una Asamblea, ni Faena Comunal. Y ahora estaba allí junto a los vecinos, entusiasmado...¿Cómo será una Marcha?.

La camioneta se retira, por una de sus ventanas aun podía ver el rostro del visitante.

•  Pero mamá, no podrás ir a la Marcha, tienes que trabajar – La interrumpí

•  Si Iré a la Marcha, pediré permiso en el trabajo y si no aceptan faltaré ese día – Me respondió con la firmeza de siempre.

•  ¿Me llevarás a la Marcha?

•  Puede ser, ya veremos – Me respondió con la mirada fija en los vecinos y vecinas terminando la faena comunal.

VIII

Hoy es el gran día. En las noches previas los amplificadores anunciaban la gran Marcha. silbatos y mecheros convocaban Asambleas por todo Villa el Salvador. No recuerdo si mi madre me autorizo ir a la Marcha, lo cierto es que hasta la abuela se estaba alistando. En la salita mi madre preparaba los baldes con refresco junto a otras vecinas, todo era un ajetreo risueño.

Por fin salimos, en la calle ya estaban los vecinos. Pancartas, banderolas y silbatos se ubican en primera línea y marchamos hacia la calle central de Villa el Salvador. En el recorrido previo todos aplaudían y hacían vivas por la Marcha.

Al llegar a la calle central sentía que mi pecho se hinchaba al ver la inmensa muchedumbre que esperaba, eran rostros con sudor y alegría como los nuestros. El colorido y algarabía me hacia recordar la fiestita de mi cumpleaños...

Los dirigentes dan la señal y la gran marcha comienza, todos con firmeza y alegría. Quería ver y escuchar todo a la vez. Mis vecinos con el puño en alto y la mirada al frente coreaban los lemas, y yo apretaba el brazo de mi madre, ella también gritaba. La abuela parecía rejuvenecer mientras la Marcha se hacía más intensa.

Ubicados estratégicamente, los cilindros también acompañan el largo recorrido, calmando la sed y calor de la multitud.

Luego de una horas los dirigentes disponen un descanso para luego iniciar el gran tramo hacia Lima. Los vecinos se agruparon según sus zonas, mi madre junto a otras señoras reparten el refresco entre los vecinos. Todos agitados, sudando, pero con sus frescas sonrisas siguen conversando.

Mas adelante un grupo de vecinos habían interceptado a un autobús que venia de Lima. Los vecinos invitaban a los pasajeros a que se unan a la Marcha. Algunos pasajeros bajaron y el autobús reinicio su marcha. Lentamente el autobús pasó frente a nosotros. En sus ventanas los pasajeros pugnaban por saludar a sus vecinos, las ventanas estaban llenas de gente, en una de ellas el asombro me hizo saltar, y volví a sentir que el pecho se me hinchaba...!No lo podía creer, era ella! ¡Anita! Trepada en una de las ventanas miraba con desesperación, como buscando a alguien. Y la llamé, ¡grite como nunca antes lo había echo! pero era inútil, no me escuchaba y no me podía ver porque era muy pequeño en la multitud. Y el autobús seguía su marcha, me disponía a correr pero sentí la firme mano de mi madre que me detuvo.

•  Es inútil, no podrás pasar entre tanta gente, es peligroso, además el autobús ya se fue –

Viendo alejarse el autobús, abrace fuertemente a mi madre, y sentí sus manos acariciar mis cabellos.

•  ¡Vamos! La Marcha continúa – Nos dijo la abuela.

No tenía fuerzas ni ganas para caminar, pero la muchedumbre ha empujones poco a poco nos ubicaba en nuestro lugar...

El grito de los vecinos era ensordecedor y retumbaba en el cielo...¡VILLA EL SALVADOR, PUEBLO LUCHADOR! ...¡VILLA EL SALVADOR, PUEBLO LUCHADOR!– Gritaban en coro reiteradamente...mientras el tierno rostro de Anita se hacia inmenso en mi mente...

¡EL AGUA ES UN DERECHO Y NO UN PRIVILEGIO!... ¡EL AGUA ES UN DERECHO Y NO UN PRIVILEGIO!... – Los vecinos gritaban con fervor, mirando al cielo como demandando la atención de Dios...Busque la mirada de mi madre tratando de encontrar consuelo, pero al verla gritar se volvió a estremecer mi cuerpo...!y grite con ella! los lemas comenzaron a salir con más fuerza de mi pecho hinchado, sujetado fuertemente en mi madre gritaba y aplaudía...Mi abuela se acercó a secarme el sudor de la frente y me dio de beber un poco de refresco...estaba delicioso como miel de picarones. Su sabor me hace distinguir algo especial, parecido al brillo de la miel pegada en los labios de Anita... El sudor en los rostros de mis vecinos es más brillante, y sus miradas también reflejan un brillo especial, igual que las esteras nuevas ¿Serán reflejos de las estrellas, cuando brillan de día?...

Así seguimos en la Marcha. Ya no sentía mis pies y me veía flotar sobre la inmensa energía celestial de mis vecinos, apretujado en ese colosal torbellino de ilusión que avanzaba incontenible por las calles de Lima.

Durante mucho tiempo se seguía hablando con asombro de la gran Marcha de Villa El Salvador. En la TV, periódicos y revistas se trataba de encontrar la mejor interpretación.

Nuestras Asambleas y Faenas Comunales ya no eran las mismas después de esa gran Marcha...Y poco a poco sentí que Anita estaba más cerca, sobre todo ahora que un nuevo aroma me invade, al regar la arena caliente después de un día de intenso Sol.

   
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