... la revolución es afirmación a la vida, a la dignidad individual y colectiva ...
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Elena
Moyano
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Autobiografía
EN VILLA EL SALVADOR PASE LO MEJOR DE MI VIDA

Mi nombre es María Elena Moyano Delgado. Nací el 29 de noviembre de 1958, en el Distrito de Barranco, Lima. Mis padres son Eugenia Delgado Cabrera y Hermógenes Moyano Lescano. Mis hermanos son siete: Rodolfo, Raúl, Carlos, Narda, Eduardo y Martha. Soy casada, tengo dos hijos. Actualmente sólo me ocupo de mi casa y de mi organización. Vivo en el Sector 3, grupo 18, Mz P, Lote 15. Estudié hasta segundo año de Sociología.

    Hasta la edad de cinco años conservo bonitos recuerdos de mi padre y mi familia. Vivíamos en Surco, en una casa cerca al parque y a mi colegio. Lo mejor de mi infancia fue el tener a mis padres juntos y a mi vida en el colegio.

    A esta edad sabía leer y escribir. Asistía a la escuelita del parque. Sólo recuerdo el nombre de mi profesora: René. Mi primaria la hice en un colegio fiscal. Mi profesora se llamaba Asunción, era muy buena. Nunca pude sacar un diploma, pues era muy inquieta, ni podía estar como mis hermanos pegada a los libros. Pero nunca repetí un año escolar. Estaba en el grupo de las más palomillas de la clase, siempre haciendo travesuras.
    Cuando vivía en Barranco o en Surco me sentía inútil. Aunque el primer día fué frustrante venir a un desierto. Recuerdo el primer día: nos dejaron con nuestras cosas. Estábamos mi madre y mis hermanos. Ellos ya eran un poco mayores; se peleaban para ir a comprar las esteras y los palos. Nosotras -mi hermana y yo- teníamos mucho miedo.

    En la noche recién terminábamos de hacer la choza. Eran cuatro esteras como un cuadrado y una encima. Recuerdo que hacía mucho viento y de noche casi se salía el techo de estera. Era todo oscuro y sólo se escuchaba el silbido del viento. No teníamos ni vela. Toda la noche mi hermana y yo no dormimos. Yo, al igual que mis hermanos, le decíamos a mi madre que esto era horrible, le decíamos "¿y ahora que hacemos?", pero mi madre solo pensaba que al fin nadie nos iba a votar de las casas alquiladas y que algún día construiríamos nuestra casa. Ella nos indicaba donde estaría el baño, la sala, el dormitorio. Nos decía que todos tendríamos un dormitorio, y que si no alcanzaba el sitio, que haríamos una escalera de caracol para hacer más dormitorios en el segundo piso.
    Yo recordaba cuando nos desalojaron de la última casa y nos embargaron los muebles, y tenía mas fuerza para soportar y esperanzas para tener una casa bonita con una salita, una cocina, un baño y los dormitorios. Ya no quería patio: teníamos uno grande, era el parque central, en el cual algún día también habría sitio para reunirnos y jugar voley.
    Los primeros meses todos tratamos de parar nuestra casa de esteras y palos. Llegamos a tener varias habitaciones de esteras.
    Después participe en la parroquia. Armamos un grupo juvenil e hicimos un grupo de teatro para la Semana Santa, representando la pasión y muerte de nuestro señor Jesucristo. Pude tener el papel de Magdalena alguna vez. Eso era todos los domingos. Los días particulares iba al colegio, que quedaba en Surco. Se llama "Jorge Chavéz". Recuerdo que salía con mi hermana a las 5 de la mañana a hacer cola para que nos llevara la línea 55, que nos dejaba en la entrada, cerca de Higuereta. De ahí caminábamos creo que cerca de media hora. Estábamos en la selección de voley del colegio y regresábamos en las tardes a entrenar.

Recuerdo también que pasamos momentos de mucha hambre. Mis hermanos no trabajaban y mi madre no conseguía trabajo para lavar. Sin embargo siempre regresábamos para almorzar. Para mi madre, todo lo que era estudios era lo primero. A veces le mentíamos que llevábamos cursos en las tardes para que nos diera los pasajes para ir a entrenar. En la época de verano jugaba voley en los campeonatos de Villa.

MI VIDA DE LA SECUNDARIA PASO ENTRE LA PARROQUIA Y EL COLEGIO

 
A la edad de 15 años terminé la secundaria en el colegio estatal "Jorge Chavéz" de Surco. Mis hermanos nos pidieron a mi hermana y a mi que postulemos a la universidad. Mi hermana se preparó en una academia; yo preferí matricularme para estudiar técnica de oficina junto con una compañera de colegio. Era un curso de Proyección Social de la Universidad de Lima. Cuando llegó el momento de postular pedí a mis hermanos que sólo mi hermana postulara, porque si no, no alcanzaría el dinero para las dos y les dije que yo prefería tener una carrera práctica, pero ellos insistieron. Mi hermana solo postulo a la Universidad de San Marcos; yo preferí no postular. Ellos aceptaron. Mi hermana no ingresó.
    Luego se acercaban los exámenes de admisión a la Universidad Garcilaso de la Vega. Mi hermano Carlos nos pidió que postulemos, pero nosotras no quisimos. El nos prometió que solo trabajaría para nosotras, pero que postulemos, que él nos pagaría las pensiones. Aceptamos y postulamos juntas. Yo les puse la condición a mi madre y hermano que yo escogería la carrera. Mi madre se opuso: queria que estudie Derecho. Me decía que yo tenía condiciones. Yo le mentí: le dije que sí postularía, pero me inscribí en Sociología. Además pensaba que no ingresaría: no me había preparado en ninguna academia; sólo leía libros de las sociedades. Tengo que decir que lamentablemente ingresé.
    Recuerdo que era enamorada de Gustavo, el que ahora es mi esposo, cuando salieron los resultados de los exámenes. Yo no quería ir, pero él insistió. Fuimos por separado: mi hermana con su enamorado y yo con el mío. Lo primero que hice fue mirar Contabilidad, que era la carrera que mi hermana había elegido, pero no se encontraba en la lista. Bueno le dije a Gustavo que la Universidad estaba vetada para los pobres y le comentaba muy enojada de cómo había hecho para que no perdiéramos tiempo ni dinero en postular y menos a una universidad particular, que era una locura de mi hermano, que hasta habíamos mentido que vivíamos en Barranco, le habíamos puesto en la hoja de datos personales que teníamos un padre muy pudiente, que era un comerciante y etcétera de cosas, y que sin embargo no habíamos podido ingresar. Pensaba que tenían que ser de mucho dinero para ingresar a esa universidad. Mi enamorado insistió en que fuésemos a ver los resultados del Programa de Sociología, era al cual yo había postulado. Grande fue mi sorpresa cuando vi mi nombre en la lista. No poda creerlo. Estuve muy apenada: no podía creer que yo hubiera ingresado y mi hermana, la más estudiosa, preparada, no hubiera tenido el mismo chance. Durante una semana no dije nada en mi casa. Estaba apenada, pero después tuve que enfrentar eso y le dije a mi hermano.

CASI AL MISMO TIEMPO DE MI INGRESO A LA UNIVERSIDAD ERA DIRIGENTA EN UN GRUPO DE TEATRO Y CANTO

 
Eramos cincuenta jóvenes de diferentes grupos residenciales que nos desligados de la parroquia para irnos a reunir en el local comunal. Era un grupo hermoso. Puedo recordar a cada uno de sus integrantes y las actividades que realizábamos y de como reflexionábamos con la Biblia y los problemas de los jóvenes: las drogas, la incomprensión de los padres.
    Eramos sólo jóvenes de convicción cristiana y comprometidos con nuestra comunidad. No había adulto que nos ayudara o influyera; sólo eramos jóvenes con ganas de hacer algo por nuestra comunidad. Ayudábamos a los dirigentes, cantábamos y actuábamos antes de las asambleas generales, mientras se juntaba la vecindad para debatir los problemas. Los temas para las obras salían de nosotros mismos. Tengo que decir que no podíamos ver a la gente del Centro de Comunicación Popular: creíamos que ellos nos iban a manipular políticamente; siempre nos cuidábamos y competíamos con ellos. Cuando sabíamos que se presentarían en algún grupo residencial, nosotros nos esmerábamos en ensayar y dejar bien a nuestro grupo.
    No olvido una vez que hubo un encuentro juvenil y nos invitaron. Entonces recuerdo a Yoni, que me decía que no bastaba la biblia para acabar con los problemas de la juventud. Yo peleaba, tratando de convencerlo a él y al resto de que lo importante era el amor a nuestro prójimo, que fuésemos buenos y unidos y nada mas.
    En la universidad aprendí parte del materialismo histórico y el materialismo dialéctico, la lucha de clases, etcétera. Entonces ya me cuestionaba a mi misma: no comprendía porque tanto nos esforzábamos nosotros los pobres por estudiar, por conseguir trabajo y no lo podíamos hacer. Cual era nuestro problema: ¿la incapacidad o qué?. Me hacia muchas preguntas y llego un momento en que empecé a cuestionar si existía Dios o no, y si existía ¿por qué permitía que tantos niños se mueran de hambre y por qué existían tantos jóvenes frustrados?.
    Entonces, al mismo tiempo, llegaron a nuestro núcleo juvenil unos jóvenes de universidades, quienes prometieron ayudarnos a comprender mejor el teatro, a hacer guiones, a impostar la voz, etcétera. Al principio intentaron enseñarnos algo, pero eran muy aburridos. Nosotros teníamos nuestra manera de reflexionar: poníamos música, bailábamos, luego apagábamos la música y cada uno contaba un problema o algo que tenía y lo mortificaba y todos lo ayudábamos, reflexionábamos juntos. Ellos nos querían enseñar la tesis de Mao, que también decía sobre la persona humana y sus comportamientos, pero eran aburridos y ahuyentaron a muchos jóvenes; nos quedamos muy pocos. Hicieron una escuela popular para enseñarnos el marxismo y el proceso de la Revolución China. Nos hablaban de la lucha de clases. Yo no tenía el conocimiento mínimo de la universidad y estos jóvenes que eran mucho mayores que nosotros también hablaban de lo mismo.
    Los chicos del Centro hicieron que me metiera a esta escuela popular donde me hablaban de que la iglesia era el opio del pueblo. Llego un momento en que ya no creía en Dios. De nuestro grupo solo quedamos unos cuantos, los cuales ahora somos dirigentes. Ahora lamento mucho no haber podido ayudar a algunos -más jóvenes que nosotros- y ahora son lumpen, pero nos aprecian, nunca nos han hecho daño; por el contrario siempre nos cuidan.
    Casi al mismo tiempo, en el grupo, los dirigentes de una asamblea informaron que se tenía que hacer un colegio para los niños pequeños, en nuestra círculo, pero que sea de la propia comunidad, no del Estado. Entonces se acordó que todas las jóvenes que quisieran cuidar a los niños de 3 a 5 años y tuvieran quinto de secundaria se presentaran a la próxima asamblea porque allí se elegiría a una para que se encargue de los niños. Salgo elegida y me mandan a capacitarme ( ). Me emocionaba la idea de ser profesora así no más.
    Empecé a a trabajar, en el grupo, con los niños durante semanas. Recuerdo que no teníamos nada. Los niños se sentaban en piedras o ladrillos. Mi enamorado, Gustavo, trajo un día unas maderas y me hizo una mesa. Eran maderas largas en forma de círculo y los niños ya tenían donde dibujar y pintar. Se sentaban en ladrillos, sillitas y mesitas de madera. Yo soñaba con el módulo de Educación Inicial del cual hablaban los dirigentes que se haría con el apoyo de Unicef; soñaba con el baño para los niños y su salón de clases. Trabaje durante cuatro años en el local comunal mientras se construía el módulo. No tuve la oportunidad de enseñar ahí, pero mi hijo, el último, sí fue al módulo.

DURANTE TRES AÑOS FUI SOLO DIRIGENTE DEL CLUB DE MADRES

 
 
Esta experiencia me ayudó mucho para entender los problemas de la mujer. Comencé a tomar conciencia sobre el papel de la mujer, la marginación. El hecho de que la mujer, a pesar de trabajar fuera de la casa, tiene que asumir las tareas del hogar. Comprendí cuán machista era mi marido y empezaron las peleas constantes para que él también asuma algunas tareas del hogar.
    A fines del año `83, un grupo de mujeres del club de madres quería limpiar las calles, al igual que otros grupos de mujeres. Estuve de acuerdo y las alenté en algunas faenas de limpieza. Posteriormente un grupo de ellas va a mi casa a proponerme la formación de la federación de mujeres en nuestro grupo para que les puedan pagar en víveres, a cambio de la limpieza. Ellas manifestaron que la señora Erlinda les pedía que formen el club de las mujeres con las señoras que barrían. Les dije que no entendía por que un club de mujeres en nuestro grupo, si ya teníamos un club de madres, y que sólo las mujeres podemos ser madres. No encontraba diferencia alguna, más bien me parecía una duplicación de esfuerzos. Si era por obtener los víveres, podíamos cambiar el nombre de club de madres por el del club de mujeres.
ME ENCOMIENDAN UN COLEGIO
Cuando empiezan a tomarse los colegios, dentro del Comite Central de Lucha se encargan responsabilidades para las tomas. Me encomiendan un colegio. No tenía experiencia en nada, pero igual lo hacía con mucha convicción y mística. En ese tiempo yo ya estaba convencida de que tendría que cambiar la sociedad para que acaben las injusticias en el pueblo. Recuerdo que cuando se toma el colegio "Pachacutec", el colegio que daría el ejemplo -era el más fuerte porque ahí estaba el núcleo educativo-, recuerdo a la que después se hizo famosa como la "Comandante Cero". Era una madre de familia del "Pachacutec". El día que se toma el colegio fue mi primera noche fuera de casa. Mi madre estaba desesperada pensando que me había pasado algo, pues vinieron tanquetas. No recuerdo como entraron pues había mucha arena.
    A partir de entonces esta etapa de mi vida me marca mucho. Yo ya no vivía en mi casa: vivía en el colegio, el "Pacha". Deje mi familia. Durante todo el tiempo de la huelga tenía otra familia. Mi madre era la "Comandante Cero" y mis hermanos los profesores, alumnos y animadoras que estábamos en este colegio. Era nuestra casa. Recuerdo cómo nos turnábamos, con que disciplina y mística revolucionaria. Todo era tan disciplinado: turnos para cuidar, de vigilancia, en las noches cuidando que llegue la "repre". La primera noche no dormí ni un instante. Cada vez que veía un carro pasar tocaba un pito y todos salían disparados de sus "camas", saliendo por las ventanas del colegio. No los dejé dormir nada. No me volvieron a poner de vigilancia.
    Fue tan emocionante! Recuerdo como salíamos temprano, de madrugada a recoger alimentos de los mercados; la solidaridad del pueblo para con nosotros. Era tan hermoso! Qué unidad! Recuerdo cuando en ese tiempo caminábamos como si nada de colegio a colegio, pues todos los días había ollas comunes que se mantenían con la solidaridad del pueblo. No olvido las famosas sopas, tan deliciosas: de camote, coliflor, yuca, olluco y todas las verduras que nos donaban, cocinadas en leña por la "Comandante Cero" y el "Gordo" Alfredo.
    También recuerdo cuando los "apros" desalojaron a los padres de familia del colegio de la "toma del 5". Era el colegio No. 6065. Nosotros, todo el Comite Central de Lucha, preparamos la retoma del "5". Nos juntamos todas las familias de las tomas, planificamos minuto a minuto cómo tenía que ser la retoma y votar a los "apros". Nos decían que tenían pistolas y cuchillos. Nosotros nos conseguimos palos. Yo tenía la responsabilidad de conseguir instrumentos de autodefensa. Tenía mucho miedo, pero igual aceptaba lo que me tocaba hacer. Tengo presente a un compañero con la cabeza rota, que le chorreaba abundante sangre. Hasta nos dijeron que de repente hasta un muerto podía haber, que todos nos cuidemos unos a otros. Ese día yo me encargaba de alcanzar piedras a los compañeros que tenían que desalojar a los amarillos. Recuerdo las movilizaciones, las bombas lacrimógenas y los palos.
YO YA CREIA QUE ESTABAMOS HACIENDO LA REVOLUCION
Tengo que decir que, aunque tenía conciencia revolucionaria, no sabía nada de los partidos políticos. Sólo sabía que el Apra estaba en contra de nuestras luchas y por lo tanto no lo aceptaba.
    A las animadoras, por mi poca experiencia, ni las convocaba a reuniones ni nada. Ellas que no participaban activamente en la huelga. Yo creía que si la lucha es nuestra, pues todas teníamos que estar juntas, coordinar en forma activa. Comprendí que no todas estaban a favor de la huelga. Hubo algunas que incluso hasta reemplazaron a los profesores en el paro prolongado, aunque a nadie dejábamos trabajar. La Vilcachagua tenía una lista con los nombres de los amarillos "trabajando"
PARA PAGAR MI UNIVERSIDAD TUVE QUE CUBRIR ALGUNAS LICENCIAS POR MATERNIDAD  
Me olvidaba contar que, para poder pagar mi universidad, tuve que cubrir algunas licencias por maternidad de algunas profesoras y que, en el momento de la huelga, por la mañana enseñaba en el colegio 6063 y en tarde en el Pronoei. También recuerdo a la Vilcachagua, la cual saba que yo era la dirigenta de las animadoras y me ofreció darme un contrato y hasta conseguirme un puesto seguro en algún colegio, tratando de convencerme de que los que impulsaban esa huelga eran politiqueros. Yo la rechacé. Por supuesto, no pude volver a enseñar en un colegio después del término de la huelga. Pero tengo la satisfacción de que cuando se levanta la huelga la Vilcachagua les promete a los dirigentes y a las animadoras que no habría represalias, pero ponía como condición que no volvieran a enseñar en el Pronoei. Recuerdo como todas las compañeras le dan la espalda a la Vilcachacgua y todas por unanimidad acuerdan continuar la huelga si es que Vilcachagua no me reincorpora al Pronoei. No tiene más remedio que aceptar y puede terminar el año escolar en mi Pronoei.
    Sin trabajo y con la presión de mi madre porque no ayudaba en nada a la casa, que por ayudar esa huelga ya no me darían más licencias, habiendo dejado y perdido el ciclo de estudios por estar en la huelga y luego descubrir más tarde que en cada toma estarían los partidos políticos y luego recordar que unos profesores me invitaban a algunas reuniones "internas": después con toda la presión de mi familia, con cientos de profesores subrogados, con algunos compañeros presos, me sentía frustrada, sin haber logrado algo. Tenía sólo el consuelo de mi siempre paciente enamorado. Cumplíamos ya cinco años de enamorados y era la adoración de mi madre, el hombre ideal para el matrimonio.
    Decidí entregarme a él, tener un hijo. Tenía la intención de tener un niño. No lo puedo entender, pero quería un hijo para formarlo y educarlo y darle todo lo que yo no pude tener: una familia con un padre ejemplar. Salgo embarazada. Yo no quería casarme, e incluso no quería que Gustavo se responsabilizara de mantenerlo, pues Gustavo pasaba por problemas económicos. Era el mayor de siete huérfanos y su padre estaba en la carcel; tenía una hermana embarazada que mantener. En fin, toda una familia bajo su responsabilidad. Yo ya era demasiado. Buscaba trabajo, pero no encontraba y, para remate, el embarazo me agarra con una fuerte anemia, producto de las ollas comunes y un mal de los riñones. Me tumba a la cama y mi hermano descubre que estoy encinta. Se crea un caos familiar. Mi madre me llora y me reprocha ese hijo. Me dijo que si ella no pudo casarse de blanco su hija tenía que hacerlo; mis hermanos me querían matar a golpes. Mi hermano menor me martirizaba en mi casa mientras estaba enferma. Nadie me perdonaba haber perdido el trabajo y dejado la universidad por una huelga que no tuvo frutos visibles. Me echaban en cara que yo había sido utilizada por los políticos. Mientras estaba en cama me preguntaban: ¿Donde estáán tus amigos ahora que vas a tener un hijo?
MI MADRE HABLA CON GUSTAVO Y LE PIDE QUE SE CASE CONMIGO  
Gustavo, por supuesto, acepta gustoso. Además, a mí ya me había dicho que, a pesar de todas las dificultades económicas, nos casaríamos. Yo por dentro tenía la convicción de que el matrimonio no era la solución a problema alguno, incluso el de tener a un niño. Sin embargo, estaban en mi mente los recuerdos de cuando era niña y no tenía a mi padre a mi lado, cómo sufrí cuando se separaron y las palabras de mi madre de siempre: "Si yo no tuve suerte para el matrimonio, si no tuve la suerte de casarme de blanco, ustedes mis hijas tendrán que salir de blanco de esta casa".
    Mi madre me hizo todos los trámites para el matrimonio civil y religioso. Pagó lo que tenía que pagar. Mi hermano mayor me alquilo el vestido de novia, mi hermano menor Eduardo, me regaló la torta; los bocaditos, mi cuñada Beatriz, y mis otros hermanos la comida y la cerveza. Mi madre hizo las invitaciones y me casé, como mi madre soñó casarse en la Iglesia de Barranco donde también fui bautizada, con vestido blanco, cola y tres pajes, dos sobrinos llevándome la cola y una llevando los aros. En Barranco, cuando entraba a la iglesia, sólo pensaba en los jóvenes, en la huelga y recordaba los momentos de lucha. Al entrar pude ver a los compañeros Miguel y Josefina, una animadora; sólo a ellos. Estaba triste. ¿Iba a empezar una nueva vida, dejando de lado la lucha revolucionaria por mi pueblo? Por otro lado, soñaba con la familia ideal y con la esperanza de mi hijo.
EMPIEZA UNA NUEVA VIDA PARA MI
Un nuevo reto de construir la "familia ideal", pero empiezan los problemas. Vivía en un cuarto de esteras en la casa de mi madre. Mis hermanos estaban sin trabajo; yo mal de salud por el embarazo; mi esposo con otra familia que mantener. Vivíamos con lo poco que ganaba mi compañero, quién además tenía que ayudar con la comida a mis hermanos. Recuerdo que mi hermano Carlos, también sin "chamba", con hijos; a mi madre; a mis hermanos menores. Solo trabajaba mi hermana Narda. Recuerdo momentos de peleas, de subordinación absoluta a mi esposo. Vivía tan sólo para cocinarle, pero a él no le gustaba mi sazón y lloraba por ello. No comía para guardarle lo mejor él, lo mejor, y para que nunca me vaya a reprochar que él mantenía a mi familia.
    Recuerdo el nacimiento de mi hijo en esas circunstancias, sin dinero. Lo poco que ganaba me lo daba para guardar para los pañales y la maternidad yo lo gastaba en comer, porque la plata no alcanzaba.
    El día que me vinieron los dolores mi madre busca a una promotora de salud, la señora Felícita. Ella me mira y me dice que aún me falta. Mi madre y mi esposo deciden esperar un poco más para que de la maternidad no me vayan a devolver. A las 7 de la noche del 2 de agosto de 1980, mi hijo nace en la cama de mi madre. Fue atendida por mi esposo y la señora Felicita. Fue él quien recibió a su hijo al nacer. Fue una experiencia maravillosa: mi hijo, el tan ansiado y esperado.
    Vivía al lado de mi madre, y Gustavo tenía que sostener también a su familia de origen. Su hermana también tenía un hijo, pero su compañero no quiso asumir la responsabilidad de su hijo. Mi familia también tenía problemas. Entonces se presenta la oportunidad de vivir solos. Hay una guardianía en Miraflores; nos daban un departamentito en la azotea de un edificio a cambio de cuidar el edificio y mantenerlo limpio. Ocho meses vivo en ese departamento, haciendo de "madre y esposa ideal", pero no pude soportar la indiferencia de la gente. Cada uno vivía su vida; ni siquiera conversaba con alguien. Sólo amanecía para cuidar a mi hijo y esperar el regreso de mi esposo. Recuerdo que durante todos esos años me sentía, por un lado, feliz por mi familia, pero, por otro, me sentía totalmente frustrada como persona. Extrañaba Villa El Salvador, sus reuniones los vecinos, la vida de mi pueblo.
MI REGRESO A VILLA EL SALVADOR
Sólo bastó un pretexto: un día roban de la azotea la ropa tendida de los vecinos del edificio y una señora me gritó, me insultó haciendo alusión a que podrían ser mis cuñados o mi familia que me venían a visitar. Me enfurecí por creer que mi familia podía robar una ropa. Le grité a la señora, saqué toda la frustración y mi conciencia de clase. No pude más. Nos despidieron y regresamos a Villa El Salvador.
    En 1983 volvía a mi comunidad. Regresé a la casa de mi madre, no tenía otra alternativa. Lo hice con la convicción de ayudar a mi esposo a conseguir una casa. Logré un trabajo en un colegio particular y una licencia por maternidad en el colegio 6070. Luego vino un segundo hijo no planificado: David. Mi esposo me dio fuerza para tener a nuestro hijo, mi madre y mi hermana menor me ayudaban a cuidarlos. En las noches enseñaba alfabetizaciòn. Fundamos el club de madres "Micaela Bastidas", con el objetivo de defender a las madres de la manipulación de las instituciones como Ofasa y otros. Fue una buena experiencia. Trabajaba en la mañana, en la tarde y en la noche.
LLEGO' EL MOMENTO DE UNA CONVENCION DE MUJERES A NIVEL DE VILLA EL SALVADOR  
Las señoras me piden que yo las represente junto con otras dos delegadas en esa Convención donde se formaría la Federación de Mujeres. Asistí con mi hijo David. Cuando llegamos al cine Madrid, encontramos a muchas mujeres de otras organizaciones, también del club de madres, que peleaban por entrar. Quien decidía quien entraba era Erlinda. Yo la conocía, porque participó en la toma del colegio 6066. Al reconocerme, objetó mi participación como delegada. Las señoras de mi grupo de limpieza le dijeron que era su representante y que me dejara entrar. Fue Juana Bendezú, quién también había participado en las tomas de colegios, quién convenció a Erlinda para que me deje entrar. Ese día en la misma Convención reflexioné sobre el papel de los partidos, aunque todavía no lo entendía muy bien. Queta era quien encabezaba un grupo minoritario; me propuso que asuma la secretaría de organización. Yo no entendía bien que era eso de la federación pues sólo participaban las señoras de limpieza, y la mayoría de las otras organizaciones de mujeres no participaron de esa reunión. Tenía mi hijo pequeño y no tenía tiempo para dedicarme a la federación. Ella insistió y yo recordé la manipulación de la que fuíí objeto en la época de las tomas. Me pareció que debía asumir para defender a las señoras de mi club de madres. Así salgo elegida como subsecretaria de organización y empieza una nueva etapa de mi vida a nivel personal y a nivel dirigencial. En 1986, en la segunda Convención de la Fepomuves salgo nombrada presidenta y en mayo de 1988 me eligieron para el mismo cargo.
Maria Elena Moyano con sus hijos Gustavo y David
   
 
Maria Elena Moyano
 
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