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Y, ademàs queremos recordarla cantando el vals de Villa con toda voz y todo corazón : |
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"En Villa yo nacì, en Villa me crié, en Villa yo estudié, en Villa debo morir; y el dìa en que yo me muera y me lleven a interrar, saldré de mi sepultura y por mi Villa corretear" |
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EL ASESINATO DE LA MADRE CORAJE Virginia Vargas (3) |
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(3) Extracto del artículo aparecido en "La República de las Mujeres" de Montevideo, bajo el título "Crónica de una muerte anunciada", publicado en La Nación el 8 de Marzo de 1992. |
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María Elena a los doce |
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Testimonio de Narda Moyano, recojido por Genaro Soto - Villa el Salvador |
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"Recuerdo que éramos muy pequeñas, María Elena tenia 12 y yo 14 ó15 años mas o menos. Un día mi madre dijo: "Estamos cansadas de tanto desalojo, de tantas idas y venidas a tantos lugares". Recuerdo bastante cuando mi madre decidió, -por que de eso ha tenido María Elena, el coraje y la decisión de mi madre- agarró y dijo: "nos vamos aunque sea a la punta del cerro pero nos vamos". Entonces, el venir a Villa El Salvador fue el hecho, como habíamos soñado, de tener una casa propia. María Elena era la quinta hermana, en ese tiempo éramos 7. Era las más pequeñita la más andariega, muy alegre, muy coqueta. Nos hemos venido un 10 de febrero, en el año '72, lo recuerdo bien. Y, para nosotros fue un golpe pero nos hemos venido a vivir al tercer sector. Un sitio que para llegar hasta allí, teníamos que caminar desde la chanchería. Nosotros reclamamos. Pero María Elena, que era una persona muy obediente a mí madre (mucho le obedecía y quería) dijo: "Bueno, si mí madre ha decidido, nos vamos". Llegando a Villa nosotros teníamos que salir todavía hasta Barranco por que allá estudiábamos la secundaria. Pero fue aquí en Villa El Salvador donde María Elena aprendió mucho lo que es la solidaridad. Si bien nosotros vivíamos en un barrio muy humilde, allá en Barranco, aquí ella se llegó a compenetrar con la necesidad y la pobreza. Lo que más recuerdo de María Elena es que jamas se amilanaba frente a los problemas o los obstáculos, era una mujer muy decidida, muy alegre. Pero siempre recuerdo los momentos en que llegábamos a Villa, la tristeza de dejar a nuestros amigos (de Barranco). Cuando nosotros llegamos a Villa empezamos a ver como la gente humilde, cuando tiene fuerza de voluntad, se organiza y sale para adelante. Yo hubiese querido tener la oportunidad de mostrarle a mí hermana cuanto la admiraba. Se alejó de mí sin saber que la quiero mucho, que siempre la voy a recordar. Yo quisiera que ustedes la recuerden como una mujer muy humilde, que solamente brindaba ayuda y mucho amor". |
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María Elena, la Invasora | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
R.P. Gustavo Gutiérrez M., Lima-Perú | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Cuando la muerte llega temprano a una vida experimentamos un malestar teñido de frustración. Si esa vida fue intensa, nos ponemos a pensar lo que hubiesen sido los años que normalmente le quedaban. Si, además, esa vida es interrumpida violentamente – y por consiguiente de modo injusto- la pena colinda con la protesta y la indignación. Esas vidas se convierten así en desafiantes e incómodas interrogantes, invaden nuestras mentes y corazones se agrandan en nuestro recuerdos y nos llaman a contemplar una tarea que sentimos inconclusa. Ese es el caso de Maríia Elena. Su vida, su corta vida arranca de lo más olvidado y marginado de nuestro país por su pobreza, su condición de mujer y su raza, las páginas que presentamos trazan, en efecto, su itinerario. La búsqueda junto a su madre y a sus seis hermanos de un lote de terreno sobre el cual poner un techo donde vivir. Su participación, casi desde niña, en un pueblo que con su esfuerzo y sudor hizo de un inmenso arenal una villa, un lugar en que las personas puedan habitar y encontrarse con amigos y vecinos. Sus primeros pasos con escolar y universitaria en actividades educativas y en comunidades cristianas. Su empeño en la creación y en la animación de las necesarias organizaciones populares, en particular de mujeres, para lucha por una vida digna y humana. Su condición de compañera y de madre en medio de una agitada existencia. Su coraje para hacer frente a un terrorismo cruel y sanguinario que aspiraba a destruir lo que el pueblo de Villa El Salvador había forjado con sus manos y su corazón. Su muerte tan rápida como lo fue su vida. La solidaridad fue la marca de la aventura personal de esta noble mujer y amiga. La suma de individuos que se repliegan sobre si mismos y que caminan por sendas paralelas sin contacto entre ellos no hace un pueblo, se trata simplemente de una masa sin energía ni proyecto, a merced de la manipulación y de los mesianismos políticos. Maria Elena fue consiente de ello, su rechazo al individualismo prepotente que busca infiltrarse en los niveles populares, era el reverso de su sentido de solidaridad humana. Iba a corriente también de su convicción de que la sociedad peruana debe ser construida desde las necesidades de los más pobres y relegados. A ellos pertenecía, por muchas razones, María Elena. Intentó diferentes caminos –siempre dependientes de las circunstancias- para hacer eficaz ese compromiso solidario, pero lo esencial es que hizo de éste el sentido de su vida. En sus últimos días, en marchas populares, en declaraciones a los medios de comunicación, en las exhortaciones a sus compañeras de la FEPOMUVES, María Elena insistía en la defensa de la vida y en una paz que se construye sobre la justicia. Su compromiso, su presencia, sus iniciativas rubrican sus palabras, Reamas de lo que aquellos que rinden culto a la muerte y quieren imponer sus engañosas soluciones podían soportar. María Elena lo sabía, pero eso no menguó su solidaridad. Lo ocurrido a María Elena no nos envía a un momento excepcional, a un episodio dramático y efímero de una persona. Una vida entera sustenta su entrega.. No es su muerte la que ilumina su existencia, es ésta más bien la que nos hace percibir el significado del acto asesino. De allí el ensañamiento de que fue objeto, incluso después de muerta. Intentando hacerla desaparecer, despedazándola y volando su tumba, sus asesinos sólo han conseguido sembrar sus restos como semillas de vida en el antiguo arenal que había acogido, en esta tierra nuestra, en nuestros corazones. El recuerdo de la jovencita que codo a codo con tantos sin techo fue en busca de un de tierra para construir su hogar en Villa El Salvador está presente hoy en todo el país y más allá de él. En ese rincón de Lima Su lucha por la justicia y contra esa terrible violencia que es la pobreza, su enfrentamiento con la violencia terrorista, su rechazo de toda violación de los derechos alcanzaron una intensidad tal que dio valor universal a su testimonio. María Elena incómoda invasora de nuestras vidas, pensamientos y sentimientos, nos desafía, nos estimula a defender la vida y nos convoca a hacer de este país una nación para todos. |
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es una publicación de www.amigosdevilla.it |
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